sábado, 7 de noviembre de 2009

Queridisimo Verdugos - Basilio Martin Patino



De la mano de los tres verdugos -“ejecutores de sentencias”- existentes en la España de los primeros años setenta, se explora una zona particularmente oscura de la Dictadura. Más allá del alegato contra la pena capital, la película indaga en la historia personal de los tres protagonistas y sus maneras de entender el oficio que desempeñan, de los ajusticiados por ellos en el garrote vil y de sus virtudes, de los crímenes que se castigan, de lo que piensan los expertos. Un retrato atroz de la sociedad en que se desenvuelven. Una reflexión implacable sobre el poder..

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Un film de ficción para la realidad

(...) A la manera de un heterogéneo retablo de tintes negros y esperpénticos, en el límite del tremendismo y rozando la locura, Basilio Martín Patino, extrayendo los datos objetivos de la realidad sin desfigurarlos y mostrando un absoluto respeto hacia ellos, ha compuesto un alucinante discurso cuya coherencia corre pareja con los grados de rabia, desesperación y ternura a partes iguales que en él se armonizan.
(...)Alegato lúcido y adulto que sabe bucear en las causas últimas superando las apariencias y transgrediendo el tópico (...) de una riquísima tradición cultural en la que se inscribe con letras de oro.
(...) Queridísimos verdugos es mucho más que todo eso. Para mí, y en forma decisiva, la narración de un proceso de subversión y desenmascaramiento mediante el cual unos seres inicialmente propuestos como “verdugos” devendrán víctimas patéticas y manipuladas de un entorno socio-político que descarga sobre ellos una responsabilidad que no les pertenece y que se ven obligados a asumir como medio de supervivencia, en la más hipócrita y criminal transferencia de papeles que puede operarse dentro de una sociedad. Chivo expiatorio de una repugnante mala conciencia, el “verdugo”-hacia el que Patino ha volcado considerables dosis de ternura y comprensión- finaliza siendo el resorte espontáneo e involuntario de un importante acto de subversión: el desvelamiento de un contexto lumpen, mísero y subdesarrollado. (...) Patino recompone su discurso hasta que de su interior nace un grito de desesperación y locura frente a la injusticia, referente último de un “collage” en el que uno no sabe qué admirar más, si la consecuente efectividad del procedimiento empleado, el grado de implicación y compromiso ante el material utilizado, o ese supremo acto de respeto hacia la complejidad de la realidad y hacia la madurez de los espectadores que supone la drástica renuncia a toda moraleja o apostilla demostrativa que pudiera haber empañado un soberano ejemplo de investigación cinematográfica y de compromiso cívico-social. (...)
Carlos F. Heredero. CINEMA 2002. Junio, 1977
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Un viento de locura

Lo primero que viene a la cabeza es un torrente de elogios hacia el cineasta por su originalidad, su valentía y la lucidez con que ha abordado un tema tan sumamente espinoso. Inmediatamente después, hay que decir que desde ahora mismo Queridísimos verdugos pertenece, no ya sólo a lo más importante que se haya hecho en el cine español, sino a lo mejor de nuestra cultura testimonial, a aquella que de Goya a Buñuel, de Baroja a Solana y Valle Inclán, se ha encarado con los aspectos más duros y definitorios de una terrible realidad. (...)No quisiera que este primer párrafo resultara enfático ni grandilocuente en su homenaje a Queridísimos verdugos. No correspondería con la sencillez de una película que, afortunadamente, se aleja desde un comienzo de cualquier moralismo bienpensante o de cualquier demagogia trascendentalista. Pero sí desearíamos reflejar el entusiasmo que nos ha producido un film como éste, que recoge las mejores posibilidades del cine como documento social y político, como testigo comprometido de una época ante la que se muestra vivo y beligerante. (...) Queridísimos verdugos se rodó en 1973 al margen de los infinitos condicionamientos legales impuestos a la producción española.
(...)Patino sitúa y mueve a estos tres personajes de manera sumamente hábil para lograr un máximo de confianza y sinceridad. (...) “El drama de los verdugos- ha dicho el propio Patino- es que el verdugo ejecutor se convierte en víctima. Yo estoy a favor de los verdugos ejecutores en la medida que estoy del lado de las víctimas. (...) Los pobres verdugos están inventados para emporcarse en la mierda de todos, asumiendo una responsabilidad que no les corresponde. Desde este enfoque, el “ejecutor de sentencias” no es sino el último eslabón – y el menos significativo – de una larga cadena de verdugos, encabezados por el poder establecido y motivada por una concepción de la justicia que hace de la venganza su norma, de la violencia su razón de ser.”
Pobres instrumentos de una “legalidad”inhumana, los verdugos constituyen la contrafigura de aquellos mismos a quienes agarrotan: similar es su origen, parecidas sus experiencias, idénticas las motivaciones por las que unos y otros matan. (...)Tras los sensacionalistas titulares de “El Caso” que el film utiliza como testimonio principal, se esconden inveteradamente las causas reales del comportamiento de los asesinos ( y el de los verdugos): no un cromosoma “especial”, como intenta demostrar un profesor de la Fundación Jiménez Díaz, no unos “instantes criminales” de origen biológico, no un “vicio”que todo lo arrastra; sino un subdesarrollo material y cultural escalofriante, un desequilibrio psíquico nacido de los condicionamientos sociales, una represión sexual propiciadas por ciertas doctrinas castradoras del ser humano. Pero en vez de reconocer estos factores y combatir contra ellos, nuestra sociedad se ha inventado una justicia “purificadora”, que, bajo todo tipo de coartadas de conciencia, termina en el garrote... Y un hombre, un pobre hombre, quizá para no verse algún día al otro lado del “collarín”, se presta a manejarlo.
Un viento de locura corre por las imágenes de “Queridísimos verdugos”: la locura de una colectividad enferma que baña en sangre sus propias culpas, sus propias responsabilidades. Esa es la gran lección que nos ofrece la espléndida película de Patino a través de unas imágenes que son crueles porque son nuestras.
Fernando Lara. TRIUNFO. 1977
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Bomba en Cannes

(...) La sensación del día ha sido, sin duda alguna, Queridísimos verdugos, el sorprendente reportaje de Basilio Martín Patino que ha dejado literalmente planchados a los espectadores del Miramar: la suya no es una película, sino una apisonadora. Patino no ha venido al festival, irritado porque, al ser considerado un documental, su trabajo no fue aceptado a concurso. Y con toda la razón, porque al ser desviado a una sección complementaria le ha restado no sólo público, sino buena parte del impacto que, de otra forma, habría tenido esta película impresionante. Podrán comprobarlo ustedes mismos.
J. L. Guarner desde Cannes. CATALUNYA EXPRESS. 27 de mayo, 1977

El terror cotidiano

Patino nos obliga a cuestionarnos, una vez más, sobre las etiquetas aprendidas y las fórmulas tranquilizadoras, al ofrecernos este filme angustioso e insoportable para conciencias exquisitas que es Queridísimos verdugos. Todos los problemas irresolubles sobre los límites de la representación cinematográfica de la realidad, las fronteras entre cine testimonio y cine ficción, argumento y vida, vuelven a inquietarnos, porque, en el fondo, no estamos seguros de casi nada. (...) El sentido de la vida humana, la pena de muerte y el tinglado jurídico-moral que la soportan llenan, también, la duración de esta obra espléndida, verdadera excepción en el panorama general de este cine de nuestros pecados, auténtico lujo desde el sistema de producción –por libre, sin venias administrativas, censuras ni plácemes oficiales- hasta el tema, insólito, nada comercial, inhabitual e incómodo, sin un centímetro de piel desnuda, feo y con la costra moral y estética de una España miserable que no ha desaparecido por mucho que nos empeñemos en fingir que no existe.
Patino es un hombre de cine que parece haber encontrado su auténtico camino profesional -aunque no forme parte del mundillo industrial al uso- .(...)Con esa tranquila obstinación propia de los seres pacíficos y serenos, se ha dedicado a hacer el cine que le gusta, rehusando tentaciones fáciles y trampas sucias. Representa un cine vivo, manantial de ideas y reflexiones inteligentes en un país que todavía sigue desconfiando de la lucidez. Queridísimos verdugos nos trae, también, el habla popular, recogida con la fidelidad del registro directo del sonido, el acento de un pueblo oprimido que llega, casi por primera vez, al oído del espectador, acostumbrado a unas palabras falsas y fabricadas en el silencia de una sala de doblaje. (...)
Antonio Lara. EL PAÍS. 22 de abril, 1977
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La muerte legalmente administrada

(...) No parece nunca que se den cuenta que la cámara les está rodando, que una máquina grabe sus palabras. Sólo en algunos momentos hacen algún guiño al espectador. Se sienten a gusto, naturales, espontáneos, llegan a parecernos unos actores excelentes. La cámara les muestra tal y como son, y esta diafanidad de la mirada provoca en el espectador como una especie de sobresaltado pavor. El verdugo es un mito de la Humanidad, pero Patino los muestra en su vida cotidiana, convertidos a la vez en espectáculo.
Pero el film alcanza todo su significado no en el hecho de que este material que parecía imposible exista, sino en todo el planteamiento histórico que se da del hecho de que exista una maquinaria legislativa tan barroca, de que la pena de muerte sea una costumbre histórica, de que tanta miseria sostenga hechos tan atroces como los que se nos narran. Porque Queridísimos verdugos es un film humanista, que no desprecia el espectáculo, que lo utiliza moralmente para comprometer al espectador. Alcanza un tono popular en la descripción de una serie de crímenes atroces, explicando tanto a los asesinos como a sus ejecutores. Es mas que una reflexión sobre la pena de muerte. Es una reflexión sobre la sociedad que la provoca. Una lacerante reflexión sobre la miseria de la condición humana. (...)Durante seis meses, en los sótanos de su casa, adherido a la moviola como a una piel, Patino trabaja con este material, al que da la forma de una cantata de Bach: una serie de solos, acompañados por elementos corales. No sólo hablan los verdugos: un psiquiatra, un magistrado, un abogado, un biólogo añaden dimensiones sobre los hechos. Imágenes de archivo, periódicos, dibujos, fotografías, y cuadros ilustran su trabajo, hablándonos del hombre en una situación límite: el hombre frente a la muerte administrada legalmente. Miguel Rubio. LA ACTUALIDAD ESPAÑOLA. 1976
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De primerísima categoría

Película española sencillamente admirable, en la cual se toma una nueva y original postura con respecto a la tarea del verdugo. El nombre de Patino es garantía absoluta de una dirección de primerísima categoría.
LA CODORNIZ. 1977
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Garrote vil

(...) Testimonio estremecedor sobre la España negra de nuestro días, Queridísimos verdugos trasciende ampliamente el carácter de reportaje que presentaba Canciones para inscribirse con toda naturalidad en la gran tradición española del humor negro y singularmente de la novela picaresca (no en vano Patino rodó en su única aproximación a TVE un Rinconete y Cortadillo que permanece inédito por obra y gracia de Fraga). El relato que hace Antonio, el verdugo de Badajoz, de su propia vida, al principio de la película, es heredero directo de las narraciones autobiográficas de cualquier pícaro del barroco, con su riqueza popular de lenguaje y su mismo sarcasmo. Sólo que aquí son seres vivos los que actúan ante la cámara, con toda su rica complejidad.
La actitud que adopta Patino en Queridísimos verdugos participa de idénticas cualidades que sus modelos clásicos: como en Velázquez, hay la misma ternura y el mismo respeto por una realidad feísta; como en Quevedo y Goya, la misma crítica feroz de una sociedad que engendra monstruos. Los verdugos son víctimas de la sociedad que los produce; la comprensión de esta situación paradójica impregna de ternura la mirada de Patino. Queridísimos verdugos empieza casi en tono de comedia para acabar en puro esperpento, a medida que la película pasa de la presentación de los verdugos como seres humanos a la visión del mundo en el que prestan sus “servicios” (...).
Con su mirada sombría y su aire de hidalgo decaído, el verdugo de Sevilla condensa en su danza de la muerte el esperpento tragicómico de la realidad española de nuestro tiempo.
Jos Oliver. CAMBIO 16 . 24 de abril, 1977
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Memoria de tanto dolor

(...) Aunque aparentemente el film parece adoptar las formas tradicionales del documental (...), esta apariencia sólo será un pretexto para proceder al desmontaje de los artilugios retóricos que suelen querer hacer de este género poco menos que un lugar donde se deposita, incólume, la verdad que se presume falseada por los relatos convencionales.
(...)En las antípodas de tal planteamiento, Queridísimos verdugos no renuncia a la utilización de toda una batería de recursos narrativos y de puesta en escena con la finalidad evidente de sacar a la luz aquello que tiende a ajustarse tras las meras apariencias. En este sentido el film de Martín Patino pertenece de lleno al tipo de praxis artística reclamada por Bertold Brecht .
(...) Desde el uso de la música (la solemnidad de Bach coexiste con los romances populares, las canciones infantiles o con el uso del canto gregoriano), hasta la utilización del montaje alternado (véase, por ejemplo, la escalofriante secuencia de los asesinatos de Gandía, que no por azar clausura prácticamente los relatos de crímenes y ejecuciones y en la que la convocatoria del pretérito deja paso al presente insostenible pues el cineasta filma la patética espera de los devastados padres de un reo cuya ejecución coincidirá con las fechas del rodaje). (...)En esta singular manera de maridar dos de las grandes tradiciones estéticas del arte español la que otorga toda su originalidad al trabajo de Martín Patino. O mejor dicho, esta originalidad reside, en concreto, en la manera en la que el cineasta saca a la luz la veta esperpéntica como reveladora de la realidad.(...). Que esto suceda no mediante el desgarro del trazo o la sistemática deformación de los elementos que comparecen en el film sino mediante la técnica mas sutil de “dejar hablar al enemigo” no deja de ser otro de los grandes aciertos de Patino y emparenta además su trabajo con la obra de cineastas tan interesantes como los alemanes Heynowski y Scheumann.
(...) Nadie que la haya visto habrá olvidado el ligero temblor del labio que deja traslucir la emoción que embarga a Antonio Ferrer Sama, abogado de José María Jarabo, cuando describe la espantosa muerte de su cliente. Pero si hay una imagen en la que se sintetiza la fuerza del film y la dureza de su denuncia es en esa mirada perdida, en esa expresión patética del rostro del padre de Pedro María Expósito, el asesino de Gandía, filmado en la tensión de la espera del posible indulto para su hijo. Lo que nos interpela desde esa imagen insostenible es, precisamente el hecho captado de manera inexorable por la cámara cinematográfica, de lo que estaba por llegar. Tras de esa mirada perdida habita, ya para siempre, por la fuerza del cine, la muerte en camino.
Santos Zunzunegui. NOSFERATU 32 . Enero 2000.
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El valor de la inteligencia

Con medios muy escasos, pero con mucha inteligencia y sentido del cine, Basilio Martín Patino ha realizado un espléndido documental, con momentos fascinantes, sobre la forma española de la pena de muerte.
(...) De una forma directa y ascética, Martín Patino ordena cinematográficamente sus propósitos e inteligentemente impide el acceso del panfleto y la irrupción del alegato. Quiero decir que construye una película política, pero no por las vías habituales y fáciles, sino de una forma más honda y, seguramente, más penetrante, aunque incapaz de producir efectos espectaculares e inmediatos, incitando más a la reflexión que a la protesta.
(...) Una película que, para empezar, nos ofrece un retrato cabal de tres seres humanos, que la cámara nos descubre sin necesidad de forzamientos ni de intervenciones ajenas a ellos mismos. Son tres tipos humanos, tres biografías, tres conciencias e incluso tres muestras de orgullo profesional. Y a la vez que ellos, sus circunstancias, las que les condujeron a ejercer una profesión que aceptan y asumen, pero intentan justificar, en cierta manera. La verdad es que los tres tipos producen un interés indudable, el interés de las cosas verdaderas y vivas.
Como digo, lo más admirable de la película es el rigor y la inteligencia con que ha sido planteada y realizada; el interés que despierta la alusión de cualquier tendenciosidad que enturbie la claridad de los propósitos e incluso la suave incursión de la ironía en determinados momentos, para suavizar la terrible tensión que el tema produce, así como el mantenimiento, a todo lo largo de la trama, de cierto humorismo sarcástico que se detiene en la frontera del respeto a los seres humanos.
(...) Queridísimos verdugos es buen cine, difícil buen cine. Con un tema áspero, el rigor y la inteligencia dan una lección
.Marcelo Arroitia-Jaúregui. ARRIBA 28 abril, 1977
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Una película ética

Magistralmente, Patino contrapuntea su relato con la historia de sus víctimas: criminales famosos como El Monchito o Jarabo, y luego otros desgraciados, ya olvidados, pobres miserables arrastrados al crimen por la locura o por la necesidad. Sin caer en ningún didactismo, Queridísimos verdugos nos enseña, con absoluta nitidez, que la justicia tiene un carácter de clase, que el garrote se hizo para los pobres y para los rebeldes. La espantosa historia de Martínez Expósito –uno de los últimos ejecutados por delito común en el país- es utilizada por Patino con excepcional dramatismo: la entrevista a los padres que esperan vanamente el indulto, la intervención del abogado defensor, la descripción del medio social del reo, tienen una intensidad casi insoportable. Como la tiene el rostro de Puig Antich en uno de los planos finales de la película.
(...) Con Queridísimos verdugos, Martín Patino ha conseguido una obra sobrecogedora, su obra maestra. Ha dado la talla de un artista, para el cual el cine no es un instrumento de evasión, sino de reflexión crítica y de propuesta transformadora.
Féliz Muriel. MUNDO OBRERO. 29 de abril, 1977
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Sin prédicas ni discursos

(...) Queridísimos verdugos es una obra maestra y algo más: una ejemplar lección humanista. (...) Patino hunde el escalpelo hasta el fondo en su análisis espectral de la sociedad española. No lanza prédicas ni discursos.(...)La consecuencia es un testimonio sobrecogedor que hay que ver.
(...) Ellos son la cara inconfesable de un edificio montado sobre las grandes palabras. Son el rostro que uno no quisiera ver nunca. Pero en esta película atroz y hermosa se ven; y se les oye y se les escucha reflexionar sobre la “necesidad” de su oficio. ¿Se les puede pedir a ellos que vean críticamente un oficio que la sociedad ha creado envuelto en pomposas declaraciones? Queridísimos verdugos es una película liberadora, una película ejemplar.
J. Alfaya. DIEZ MINUTOS. 21 de mayo, 1977
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Ternura y crueldad en Queridísimos verdugos

El mismo tema la hacía cruel y espantosa. Esto pensaron otras personas, encerradas hace dos años, un sábado de febrero, en una sala de pruebas de las afueras de Madrid. Eran el realizador, delgado y con la palabra temblante; Alberto Moravia, el Nobel de la pata coja; Dacia Marinai, su compañera, y Gian Vittorio Baldi, productor italiano, como los dos anteriores. Pasó Patino unos rollos de Queridísimos verdugos. Moravia estaba nervioso (...) Fue su compañera la Marinai, que estaba entusiasmada por el tema y la circunstancia, quien felicitó a Patino. (...)
Las primeras palabras de Basilio Martín Patino al finalizar la proyección ilegal, fueron: “Estoy acojonado”. Se emocionó, embutido en un traje rigurosamente negro, y no supo decir más a Opinión. Más a la derecha, Sueiro. Todo nervioso, artículó: “Estoy temblando”, y distrajo los ojos, inquieto, con sudor frío en la frente.
Antonio García Rayo. OPINIÓN. 30 de abril, 1977
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Els botxins oblidats

I dic “tema” entre cometes perquè no sé com expressar la sensació de desolació i rabia que l’espectador té quan acaba de visionar el film. (...) Per a mi, alló que més em va irritar del film es la seva manca total de demagogia tot i que, no cal dir-ho el “tema” hi abocava. Ni la mort de Puig Antich –la sala del cinema va quedar en un silenci total i colpidor quan la pantalla ens donà, sense comentaris, la noticia periodística de la mort d’aquest anarquista cátala; ni l’entrevista feta als pares del soldat executat a Valencia, quan aquest ja era mort; ni la mateixa presentació dels tres botxins, són utilitzats per a aconseguir efectes emotius inmediats en l’espectador. (...)Aquesta absència de demagogia situa l’espectador en un atzucac: no hi ha escapatoria posible i cat mirar de fit a fit la pantalla i escoltar les explicacions de botxins, advocats i metges que parlen de com aquell altre, tenia una paranoia provocada per una sífilis; com l’altre va a matar per poder comprar un vestit de núvia per a la seva promesa. Aparentment, el públic riu massa cops al llarg de la projecció. Però és la necessitat d’un procés catàrtic que ens allunyi d’allò que estem veient per a tornat-hi després, fatalment.
Agustí Pons. AVUI. 1977
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Una investigación sobre la pena de vida

De Queridísimos verdugos ha dicho Basilio Martín Patino, su autor, que es una investigación sobre la pena de muerte y, más aún, sobre lo que él llama la “pena de vida”. Sería ésta la condena injusta e injustificada -motivada sólo por una deformada y aberrante forma de ordenación social- a una existencia que sólo ha podido desenvolverse en el dolor, en la miseria, en la pobreza absoluta. Para estos seres condenados a la pena de vida sólo existirán sinsabores; la realidad se mostrará en sus aspectos más crudo, más desgarrados. La película nos introduce así en inframundos que habitualmente ignoramos o pretendemos ignorar. Toda una realidad temida y huida, esa realidad que nos acecha y nos aguarda tras los muros de los hospitales y de los cementerios, esa realidad que afirma su verdad triunfante en los momentos de postrimería, despliega sus horrores en la obra de Martín Patino.
¿Qué ha pretendido el realizador con ello? En mi opinión, dejar constancia y memoria del dolor, recoger éste de la realidad y potenciarlo en su verdad más profunda. Con ello realiza en el cine uno de los más añejos y nobles ideales del arte, cumple una de las funciones más trascendentales que éste tiene encomendada.
(...) Sí que puede el arte –y el cine mejor que ningún otro arte- testimoniar el dolor, proclamarlo, sacudirlo ante nuestra vista; sí que puede intentar dejar memoria de él; sí que puede evitar que sucumba a la dispersión y al olvido (...).
Carlos Colón. A B C. Mayo 1977

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